El 29 de Abril se celebra el día del animal en Argentina en conmemoración de la muerte de Santiago Albarracín, quien fuera promotor de la primera ley en defensa de les animales en nuestro país alla por el año 1891.

En ese momento contó con el apoyo del entonces director del Zoo porteño, Clemente Onelli, quien era considerado una de las principales figuras defensoras de los animales en la época. Y sí, lo era. Tal vez a les defensores de los animales del siglo XXI pueda parecerles incompatibles la idea de Zoo y defensa de los animales juntas, pero el entendimiento y el respeto por los animales no es algo que le haya venido dado a la humanidad, sino que está en constante evolución. Seguramente cuando en el futuro miren el prontuario de quienes hoy luchan por la justicia animal, para la visión y el entendimiento que se habrá alcanzado en ese entonces, también será fácil encontrar de estas inconsistencias. Lo importante es la intención y la dirección de los avances en materia de derecho y ética.

En línea con esta constante evolución, en 1954 llegó una legislación más actual y completa, en la cual se hace mención de alguna de las cosas que eran consideradas violencia hacia les animales, y que seguramente para el entendimiento actual también tienen gusto a poco. Incluso puede llegar a darle al lector esa sensación de “no aclares que oscurece” a medida que la lee.

Siempre habrá oposición y quienes abogarán diciendo que la tradición es tal, que las cosas supuestamente se sucedieron así desde el principio de los tiempos, y que por lo tanto no hay más nada que hacer. En un imperdible editorial sobre “peligrosas prohibiciones” del siempre conservador diario La Nación, y a solo dos meses de aprobarse el nuevo paquete de leyes en defensa de los animales que consiguió la prohibición de las carreras de perros de cualquier raza en el territorio de la República Argentina se preguntan con evidente nostalgia: ¿Continuarán con las carreras de caballos? ¿Acaso por las jineteadas, de tanta tradición criolla? ¿O más bien por la pesca, también deportiva, que toma al descuido a una inocente mojarrita como a un apetitoso pejerrey, en aplicación de la regla de que todos son iguales ante la ley? ¿O qué decir de los nubarrones que podrían estar ciñéndose sobre el esforzado juego del pato, tan campero y propio de las tradiciones rurales argentinas? ¿O del polo, que distingue por el mundo a la Argentina y es centro habitual de actividades sociales?

Nunca un mejor trampolín que el que nos regala el diario fundado por Mitre para empezar a hablar de especismo. Termino cada vez más presente en la discusión a favor de les animales (al que le dedicaremos una nota especial), de lo que se viene en cuanto a batallas culturales, y que, siguiendo la lógica, hubiera sido imposible de entender para las mayorías en la época de Albarracín y Onelli, así como también será una obviedad para las del futuro.

Ana María Aboglio, abogada argentina especialista en los derechos animales y filosofía jurídica, plantea en el prólogo de su libro -Veganismo, practica de justicia e igualdad- el interrogante: ¿Podemos reconocer la sensibilidad y conciencia del cercano y querido perro o gato, y cerrar los ojos al holocausto de seres semejantes que incluye también a miembros de esas especies?

Tal vez pueda parecernos difícil para algunes poner a la vaca a la altura del perro, pero ¿Cómo podemos pedirle al hindú que adora a la vaca, que proteja a los perros si nosotros no hacemos lo inverso? ¿Acaso deberíamos conformarnos con que el maltrato animal este bien o no según las distintas culturas y las distintas estimas históricas que le hayan dado cada una de ellas a las distintas especies animales no humanas? ¿Deberíamos de esa manera entender que las carnicerías donde se ofrecen perros en Asia son algo que está bien? Pues no, como también escribe Aboglio, debemos desaprobar de manera inequívoca la esclavitud animal, tanto a través del boicot a los productos y actividades donde se asienta, como por medio de la organización del activismo pacifico en forma inequívoca.

¿Que no es fácil? Lo sé, quien les escribe es apenas un lacto-vegetariano de meses que no deja de encontrar contradicciones en lo que era su “natural” estilo de vida y su nuevo entender. Son muchas las batallas y los cambios a llevar adelante, como así también son muchas las posibilidades de caer. No importa, debemos entender que no es una cuestión de blanco o negro. Como en todas las batallas, se trata de caminar, de aportar, y en este caso, de causar el menor daño posible. Cada une sabe las batallas en las que está embarcade en su vida, como también sabe los recursos emocionales y de toda índole con los que cuenta para ellas, por lo que solo cada une internamente sabe si dio lo que pudo o debió dar más, cada une es su propio juez.

Aprovechemos el día del animal para lo que fue creado, para lo que más lo necesitan nuestres pares animales: difundir el mensaje por su lucha.

El mínimo entendimiento compartido se puede transformar en un cambio que crece al infinito.


Otras Batallas: El español, lenguaje machista. Porque proponemos la “e” como letra solución.

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